EL POSTISMO
El Postismo, de Isabel Navas Ocaña
El Postismo, de Isabel Navas Ocaña
Ediciones El Toro de Barro
Tarancón de Cuenca 2000)
La clara impresión que nos deja la lectura de este libro, El postismo, es que su autora ha acotado eficazmente la singladura de esta vanguardia española, insólita en el yermo de los años 40 del pasado siglo, poniendo en la balanza su teoría con la crítica recibida; y, algo muy importante, creo que ha hecho reflexionar profundamente, por lo menos a mí, a todos los pocos que nos dedicamos a interpretar y analizar el Postismo en este país, incitando, desde luego en lo que me toca, a revisar los comentarios que surjan de aquí en adelante en torno al movimiento que lanzaran Eduardo Chicharro, Carlos Edmundo de Ory y Silvano Sernesi al comienzo de 1945.
Hay que tener claro que el Postismo no fue un choteo literario debido únicamente a las ganas de provocar de tres desplazados en una España tan gris. Al contrario, el Postismo se dota de unos fundamentos sólidamente engarzados con el conocimiento de las vanguardias precedentes y la asunción de los perdurables mensajes y formas concatenados por la tradición —de ahí que no rechazasen moldes clásicos, como el romance y el soneto—, para asumir un punto de llegada y a la vez de partida (Postismo: lo que viene después de los ismos; concepción del Postismo no como meta sino como antesala o umbral).
Ostensible es el hermanamiento del postismo con las dos grandes vanguardias del siglo, Dadá y el Surrealismo; al primer movimiento le une su sentido pánico, espontáneo, su ritmo sincopado, proclive a la frescura del primitivismo; al segundo la tan traída y llevada cuestión del subconsciente como protagonista en la creación artística, aunque el Postismo no le da al subconsciente protagonismo en primer plano, sino que, reconociéndolo como primigenio impulso, dictamina que ha de estar regido o controlado por la técnica, rechazando, por consiguiente, la escritura automática.
El Postismo no tuvo la libertad de expresión de los centroeuropeos movimientos mencionados, difundidos en democracia, y tuvo que aplicarse autocensura. Por eso, al principio, la actitud desenfadada, humorística, chispeante y jocosa actuó como un despiste —quizá sin que ellos lo pretendieran, no traicionando en nada su planteamiento estético— para las autoridades de prensa del franquismo, que prometieron “dar ruido” y llevar la cosa adelante; mas de inmediato, y aunque el organismo estatal competente, al comienzo, como decimos, no pusiese trabas —y le dejamos la palabra a Ángel Crespo—, "presumiblemente porque estimó que se trataba de una extravagancia literaria carente de interés y, sobre todo, de trascendencia (…), el factor político no tardó en hacerse presente. Antes del año 1945 habían fracasado los intentos de aproximación al comunismo soviético llevados a cabo, a partir del 1935, por Bretón, Eluard y otros surrealistas históricos, no obstante lo cual, cuando algunas de las personas cercanas a quienes dirigían la política de publicaciones les informaron de aquella actitud revolucionaria, su cambio de actitud fue fatal, si no para la expresión, sí para la difusión y la consideración crítica de la poesía postista: a partir de entonces, se prohibió oficialmente el nombre de la revista mencionada [Postismo], que pasó a llamarse La Cerbatana, y sólo pudo publicarse un número con este segundo nombre. (1) Ante las prohibiciones, ellos se defendieron declarándose sincera y fervientemente apolíticos, pero nada se pudo hacer. Escribe Jaume Pont —obviando ya la percepción cegata y perversa de los responsables de la cultura e información franquistas— que "sería inexacto reducir el discurso postista únicamente a las claves jocosas del humor. Existe un lado de su lenguaje y de su mundo plenamente arraigado en lo dramático y en lo trágico."(2) Porque en las vanguardias, el humor suele proclamarse de modo irónico, solapando el mensaje oculto en lo que el texto dice.
Remachamos la absoluta consideración del Postismo como vanguardia en toda regla, no sólo como tendencia estética, caso del tremendismo o el garcilasismo o incluso el realismo mágico o "pajarerismo" que devino tras la muerte del Postismo fundacional, originado por dos importantísimos personajes del grupo postista, aunque no fundadores: Ángel Crespo y Gabino-Alejandro Carriedo (el primero presente ya en La Cerbatana, 1945, y el segundo incorporado al grupo en las aún tempranas fechas de 1947, contactando con Ory un año antes desde su Palencia natal, donde fue cofundador de la Peña Nubis y el pletorismo, que Víctor García de la Concha califica de "filial del Postismo", según informa María Isabel Navas en el primer capítulo del libro que nos ocupa (pág. 12), excelente breviario de su anterior y densa publicación El movimiento postista: teoría y crítica (3).
Rafael de Cózar afirma que tres cosas son necesarias para que un movimiento adquiera el estatuto de vanguardia: manifiestos, revistas y estrépito; y el Postismo cumplió cabalmente con cada una de estas "tres condiciones requeridas para un ismo", aunque siempre fue por delante la intención de que no se tratase sólo "de unir un nuevo nombre a los ya existentes."[4]La teoría estética del Postismo toma refrendo del ensayo de José Ortega y Gasset La deshumanización del arte, y debido a su abierto carácter, es posible que se acerque más a la digresión desarrollada por el filósofo español que al programa resuelto por Bretón y los suyos. Afinidades con el surrealismo, ¡haylas!, calefacción común, como constata el manifiesto postista: creencia en el acercamiento de la imaginación con la infancia, importancia del subconsciente y del relieve onírico, etc. Quizá el encuadre más acertado en esta relación habría de llevarnos hacia el método crítico-paranoico daliniano que, como aclara la autora, en realidad "consistía en objetivar racionalmente los elementos suministrados por el subconsciente" (pág. 20). Aunque, a mi juicio, el Postismo se explica mucho mejor llevándolo a la confrontación opositiva (positiva o negativa, según la perspectiva) sustentada por el dilema o la dicotomía arte puro/arte impuro, es decir: deshumanizador/humanizador; ejemplificando: Postismo/realismo, dicotomía sobre la que sostiene Ortega su célebre ensayo, defendiendo ese arte nuevo que el Postismo abandera en sus esencias; algunas de las tendencias establecidas por Ortega para ese arte nuevo parecen dirigidas aposta hacia el arte postista, con grandes semejanzas en sus párrafos más programáticos; dice Ortega que ese arte tiende, entre otras cosas, "a hacer que la obra de arte no sea, sino obra de arte; (…) a considerar el arte como juego, y nada más; (…) a una esencial ironía…"[5]Al artista realista, que tiene como grandes y casi exclusivas miras la representación y la referencia, la realidad le interesa más que los elementos estéticos, autónomos del arte; por el contrario, el Postismo, como arte nuevo, verdadero "arte artístico" al decir de Ortega, se distancia de la realidad visible o cotidiana ("vivida", en término orteguiano) creando otra según propios patrones. Y esa distancia es el tremendo estilo del Postismo. En el artículo de La Cerbatana "La patética expresión del arte", Eduardo Chicharro "pone de manifiesto su adhesión a los presupuestos teóricos del arte puro: la Naturaleza no tiene por qué ser patrón obligado de la obra artística, el arte debe evitar todo elemento que le sea ajeno, el artista no ha de tener el juicio desfavorable de 'las multitudes burguesas' puesto que la comprensión de lo artístico sólo es posible en 'minorías de espíritus ya preparados', lo característico de la modernidad es el anhelo de eliminar cualquier vestigio anecdótico o circunstancial que exceda los límites de lo estrictamente estético…" (Navas, pág. 30). En este sentido tan coincidente, ya Ortega había dictaminado: "Si el arte nuevo no es inteligible para todo el mundo, quiere decirse que sus resortes no son los genéricamente humanos" (op.cit. págs. 15-16). Es más, la elección de la euritmia (buen ritmo, summum fónico) como emblema postista del objeto estético en sí, sin más, entra a corroborar el planteamiento defensor de Ortega en torno a la deshumanización del arte, desterrando la sentimentalidad como elemento ajeno y no propiamente artístico.
Muy bien resume nuestra autora la diáfana alternativa estética a la cual el Postismo se acoge, cabalmente afirmando que "el punto de vista adoptando por el Postismo está cerca del purismo guilleniano y de la deshumanización orteguiana, mientras que se distancia de las tendencias rehumanizadoras de la preguerra y de la primera posguerra." (pág. 27). Y en esta controversia se encauzó el análisis estético que suscitó el Postismo, bien de los muchos que estaban en su contra y abogaban por la sentimentalidad y rehumanización de la poesía (soliviantada poco antes en el ámbito de la Generación del 27), bien de los que se pusieron a favor, en pro del arte independiente de lo representacional humano. Hay que decir también que, pasada la efervescencia del furor postista en su momento histórico, hubo quienes, procediendo del tuétano postista, volvieron a optar por el primero de los planteamientos —algunos o casi todos, incluyendo nada menos que al propio Ory, que lo manifiesta en su proclama introrrealista, o al propio Chicharro, abriéndole las puertas en el tercer manifiesto—, aunque siempre se reconociese, como dijo Ángel Crespo, que el Postismo "tuvo la virtud de imprimir carácter en los que un día se dijeron postistas, de tal manera que su huella es, no sólo imborrable, sino también informadora de todo posterior quehacer poético", o ese factor de "permanente operatividad" que Gabino-Alejandro Carriedo siempre dedujo de este movimiento.[6]En los ya numerosos artículos, estudios e investigaciones orientados a los varios aspectos contenidos en la idea postista, se ha venido insistiendo en la existencia de al menos dos etapas en la cronología de este movimiento, tildándolas, respectivamente, de primera y segunda hora postistas; y esto es un error, error en el que ha incurrido el que humildemente suscribe. Lo que debe llamarse en rigor Postismo —y así corrige contundentemente María Isabel Navas— sólo abarca los años transcurridos desde la presentación del movimiento postista a través de la primera publicación hasta el debate y la polémica en torno al Postismo originado en el diario Lanza de Ciudad Real en 1949. La aparición del primer número de la revista El Pájaro de Paja en diciembre de 1950, con Ángel Crespo y Gabino-Alejandro Carriedo al frente, inicia ya otra historia, encaminada a unas tendencias rehumanizadoras que abocarían, como arroyos, afluentes y ríos, en el profuso mar de la poesía social, pronto con dimensiones asombrosas. Como se acaba de apuntar, “tanto Ory, inclinado ya hacia el introrrealismo, como Chicharro, en sus declaraciones del tercer manifiesto, dejaron una puerta abierta a las exigencias rehumanizadoras” (Navas, pág. 81).
Pilar Gómez Bedate y Ángel Crespo
Bien es verdad, por otra parte, que esa que algunos hemos llamado “segunda hora postista”, está fuertemente impregnada de la lección magistral, llena de praxis e imperecedera que planteó el Postismo con “ese carácter de descubrimiento, no de invención” (ibidem) aplicado a cualquier práctica artística de todo tiempo. Y si bien el Postismo da prioridad a la euritmia, al predominante juego fónico, aun a costa de la lógica o concordancia de la morfosintaxis, lo que vino a continuación, proyectado por esa eclosión de revistas afines (El Pájaro de Paja, Deucalión, Doña Endrina, entre las más significativas) y que dio en llamarse por algunas facciones realismo mágico, llega, como mucho, a una alogia semántica (con pelín o "muchín" de simbolismo), dispuesta en expresión serena, fónicamente equilibrada, como se puede comprobar en Versos de la oveja, de Ángel Crespo, poema emblemático de esta “hora” ya no postista:
Cuando la lana del colchón
se acuerda de su oveja,
lo mejor es dormir en las baldosas.
(...)
Suele ocurrir también, cuando ese pelo
se acuerda de aquel manso animal que tenía,
que intente devorarnos por la noche.
(...)
Ocurre, pues, que en el aniversario
de la oveja nacida entre las redes
se remueve la lana en los colchones
y muerde a las mujeres en las piernas
y a los hombres debajo de la ropa.[7]
Comparemos, para finalizar, estos versos con el siguiente trecho representativo de la más pura estética o genuina forma de la producción postista:
Carlos yo te escribo trece trenes
trinos trece te estremece
y te envío mecedoras
a tu casa.
(...)
Por la noche duermo, sueño, como, orino,
sueña papa manos pone tuyos hombros
cara tiene nívea cera transparente
(...)
Sigo enviándote mecedoras,
cuídalas, límpialas, pómpalas,
góndolas, lámparas, ordéñalas,
(...)[8]
trinos trece te estremece
y te envío mecedoras
a tu casa.
(...)
Por la noche duermo, sueño, como, orino,
sueña papa manos pone tuyos hombros
cara tiene nívea cera transparente
(...)
Sigo enviándote mecedoras,
cuídalas, límpialas, pómpalas,
góndolas, lámparas, ordéñalas,
(...)[8]
Amador Palacios
(Publicado en Revista Poesía, Por Ejemplo, Madrid, verano 2000. Por orden de aparición, las fotografías recogen diversas instantáneas de Amador Palacios, Eduardo Chicharro, Gabino-Alejandro Carriedo, Carlos Edmundo de Ory, Ángel Crespo y Pilar Gómez Bedate.
Los vínculos y enlaces referidos a este libro y a estos poetas ya de culto, aparecen en el texto con caracteres más oscuros)
NOTAS.
[1] "Algunas consideraciones sobre la poesía española de postguerra", en Actas I Jornadas Poéticas de Cuenca. Cuenca, 1984 (págs. 13-14).[2] En El Postismo. Un movimiento estético-literario de vanguardia. Barcelona, Edicions del Mall, 1987 (pág. 234).[3] Publicado por la Universidad de Almería en 1997.[4] En "Introducción" a Metanoia, de Carlos Edmundo de Ory. Madrid, Cátedra, 1978 (pág. 63).[5] En La deshumanización del arte. Madrid, Alianza Editorial-Revista de Occidente, 1996 (pág.20).[6] Véase mi artículo "Gabino-Alejandro Carriedo y Ángel Crespo en el Postismo", en Ínsula, Madrid, 1989 (págs. 15-16).[7] Publicado en la carta sexta (nº 6) de El Pájaro de Paja. Madrid, octubre 1951.[8] De “Carta de noche a Carlos”, en Música Celestial y otros poemas, de Eduardo Chicharro (ed. De Gonzalo Armero). Madrid, Seminarios y Ediciones, 1974 (págs. 107-109)
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