domingo, 25 de octubre de 2009

"Llámalo viaje", de José Ángel García. por Ángel Luis Luján

El largo viaje
de José Ángel García

Por Ángel Luis Luján


Como la gran mayoría de los poetas de la generación de los setenta a la que pertenece, José Ángel García practica una poesía en que la lógica discursiva cede ante los contenidos irracionales y los enlaces sorpresivos; al igual que ellos tiene como tema fundamental el de la representación a través de la palabra y de la imagen plástica, y nos sitúa ante la poesía en primer lugar como lenguaje. Lo que ocurre con José Ángel García es que viniendo de esta tradición constituye un puente hacia las promociones siguientes, pues sus libros empiezan a publicarse hacia finales de los 70 y su poesía se afirma ya en los años 80, con Cómico en faena en lona de palabras (1982), libro al que sigue un silencio de 11 años hasta que en 1993 aparece Borrador de tránsitos. Su poesía, no obstante, presenta una evolución coherente y su voz nunca ha perdido sus señas de identidad originarias.
Desde el principio la poesía de José Ángel García se caracteriza por una gran libertad expresiva y una riqueza extraordinaria de recursos en la que el coloquialismo alterna con grandes dosis de lirismo, los tonos serios y casi metafísicos con la fina ironía, y en la que en ocasiones se da entrada al conceptualismo barroco. Una mirada sorprendida sobre el mundo como fuente de inagotables posibilidades vivenciales y expresivas está, en mi opinión, en la raíz de esta actitud artística. A ello hay que añadir la constante vinculación del autor con la creación plástica. No se trata sólo de que dos de sus libros estén constituidos por poemas que sirven de contrapunto textual a imágenes de Miguel Ángel Moset y de Julián Grau Santos, es que la propia disposición de la palabra en el espacio de la página, especialmente en Sólo pájaros en vuelo, da realces plásticos y visuales a la expresión. Su libro Borrador de tránsitos, además, ha sido bellamente ilustrados por Miguel Ángel Moset, lo que demuestra la continua interacción entre lo visual y lo conceptual en esta poesía que juega inquieta con diversos códigos.
Los dos extremos entre los que se mueve la poesía de José Ángel García, el coloquialismo lúdico y el barroquismo conceptual, se pueden identificar respectivamente con los poemas de
El día en que todas las mujeres del mundo desearon y los poemas de la sección que da título al libro Borrador de tránsitos. Toda su producción sería situable en algún punto intermedio de esta relación polar, lo que hace que estemos ante una creación dinámica y siempre en tensión, formada en su mayor parte por elementos contrastantes.
Se diría que para nuestro poeta el mundo es un abigarrado muestrario de procedimientos lingüísticos, de posibilidades de nombramiento, y de ahí que practique habitualmente como forma la variación sobre un tema, lo que emparenta su poesía con el arte musical. Muestra
evidente de ello es la serie de poemas «Variaciones» y la obra entera El día en que todas las mujeres del mundo desearon, un juego de repetición de una misma estructura en tres tiempos.
La apertura total al lenguaje que reside en el centro del sentir poético de José Ángel García está reclamando del poeta y del lector una continua atención para transmutarse y multiplicarse, hacerse forma, color, ritmo y melodía. No es raro, por ello, que en su poesía pase rápidamente de una imagen a otra, sin agotarla, creando un mosaico o mejor dicho un caleidoscopio de sugerencias. No estamos ante un irracionalismo arbitrario y absurdo, sino ante la lógica de lo que permanece lo mismo en su constante variación. Esta continua tensión entre lo que varía y lo que se queda tiene un fondo metafísico que se hace explícito en Sólo pájaros en vuelo, donde el verso se adelgaza a veces en una tendencia hacia la estética del silencio y de lo esencial poético. Este libro constituye quizá la principal excepción en esa estética de la mezcla de registros que vemos en el resto de su poesía, y constituye un sostenido ejercicio lírico en que todos los poemas parecen construirse en torno a una oposición de nociones trascendentes. Es el poemario más enigmático y de actitud más interrogativa. En cuanto a la disposición gráfica, el espacio que no se llena de escritura es el espacio de la zozobra, de la indagación, de ahí que tenga que ser complementado con la ilustración. Se pasa de un referente verbal a uno pictórico por una lógica intrínseca del libro: la de la búsqueda del sentido.
Esta inquietud metafísica y esta solicitud por el lenguaje que puede llegar al límite de su anulación en favor de la imagen se refleja en la alternancia de las diversas formas que usa el poeta. Encontramos en José Ángel García formas tradicionales manejadas con maestría, especialmente el endecasílabo libre (algunos tan rotundos como los de Ritmos de luz y sombras), pero junto a ellos aparecen el poema en prosa o el versículo libre. En ningún caso encontramos formas arquitectónicas como el soneto o uso de la rima. Esto es indicativo del tipo de poesía que practica, que pretende dejar el significado abierto, jugar con las formas pero sin agotarlas ni cerrarlas. Valga de ejemplo el poema «Variaciones» que, repito, me parece fundamental para entender su estética. Estamos en él ante un verso libérrimo, ni siquiera versículo, se diría más bien una prosa cortada arbitrariamente. El primer fragmento, que reproduzco a continuación, marca la plantilla formal que va a repetir cada una de las variaciones con sustituciones principalmente léxicas:




Hace una en realidad tan deliciosamente triste mañana
de lluvia (una de esas mañanas tan autodeshechas en
agua lenta que es difícil no dejarse llevar de su
ternura) que resulta casi obligado admitir como natural
el haber llegado a amar sin causa justificada.




En este experimento lingüístico, cargado de cierto barroquismo al quebrar las leyes de la sintaxis y la morfología, la meditación pasa a otro grado a través del juego con la palabra y la desautomatización de la prosa, que no la hace tampoco verso.
Estamos ante una poesía que de alguna manera nos obliga a leer contra la realidad, a leer desde los patrones de la poesía las posibilidades de un mundo siempre abierto, siempre lúdico. Ello explica, claro, la introducción casi constante de elementos irónicos que desestabilizan el significado, como términos de economía en entornos manifiestamente líricos, o la mezcla de palabras provenientes de diversos ámbitos discursivos. El sujeto que escribe parece así cruzado por discursos que no se toma en serio, que adopta en determinado momento, pero sin adherirse a ellos, con el desapego de un director de escena que pone a trabajar a sus actores sin saber exactamente a veces por dónde van a salir. La sensación de frescura y de libertad que otorga esta estrategia al poema es una de las principales bazas con que cuenta el poeta para el éxito de su discurso y uno de los principales atractivos de su obra.
Tal errancia vital y del sentido (si es que no son lo mismo) caracteriza al último poemario publicado por el autor, Itinerarios, donde la palabra da acceso a todo un mundo de vivencias y de lugares míticos, quizá trasposiciones de espacios reales, quizá pura leyenda, y vuelve a mostrar que la poesía se sitúa en esa frontera donde la existencia se reconfigura a través de la palabra, donde el terreno común no permite desligar la vivencia de la palabra con la que se nombra.
La tendencia narrativa de una buena parte de la obra de José Ángel García, que en este último libro aparece de manera definitiva, tiene que ver también con esa idea de fundar un sentido en una memoria de lo vivido a través de momentos potencialmente poéticos. Detrás de la poesía del autor parece siempre haber una historia acechando, un embrión de aventura, pues no olvidemos que José Ángel García también es narrador.


Libros de José Ángel García publicados por El Toro de Barro.