AURAS:
Los cantos órficos de Marga Clark
Por Carlos Morales
De la madrileña Marga Clark
conocemos una larga trayectoria en el
mundo de la fotografía, cuyos secretos aprendió en el Nueva York de finales de
los setenta de la mano del gran maestro del retrato Philippe Halsman. Como tal,
y dejando a un lado sus ensayos sobre este disciplina -Impresiones fotográficas (1991)-, su obra se encuentra representada en las más
prestigiosas colecciones mundiales, entre las que destacan
las del MOMA, el museo de Brooklin, el Español de Arte Contemporáneo de Madrid, la Bibliotèque Nationale
de París y la Col.lecció
“Testimoni” de la Caixa
de Barcelona.
Aunque una buena parte de su consagración en el mundo de la fotografía, se ha desarrollado en íntima relación con la literatura, como prueban sus
sorprendentes recreaciones fotográficas de las obras de María Zambrano,
Alejandra Pizarnik y Valentí Gómez i Oliver, su vocación literaria sólo comenzó
a manifestarse en 1989 con la sobrecogedora edición de De profundis, que recogía algunas de las fotografías que su autora
acababa no hace mucho de realizar tomando como modelo los retratos que encontró
en las lápidas de los nichos del cementerio veneciano de San Michelle, y
algunos poemas surgidos bajo su impacto. Desde entonces, poemas y fotos
caminaron aparte. Mientras éstas, que fueron expuestas con éxito en algunas ciudades españolas, se
convirtieron desde entonces en el objeto obsesivo de su creación y de su experiencia vital, los poemas surgidos de ellas acabaron editados en
1999, pero en solitario, en Del sentir
invisible. De algún modo, el libro de las Auras, de Marga Clark, viene a romper esta distancia artificial
entre dos manifestaciones artísticas de lo que surgió en torno a un mismo
fenómeno, que no era otro que el de la experiencia de la muerte.
Auras impresiona. Lo hacen las fotografías, en blanco y negro, de personajes anónimos que no tuvieron más posteridad que el recuerdo
de quienes les amaron y un puñado de retratos en desintegración en uno de los
cementerios más hermosos de la
Tierra. Lo hacen también unos poemas que, al igual que los Himnos a la noche de Novalis, sólo buscan redimirlos de toda la
orfandad en la que los dejó la única muerte real que al cabo existe: la del
olvido. Con la sabiduría de quien ha soportado la experiencia de “sentir a la
luz abandonarme toda”, Marga Clark ha avanzado hacia el centro de la muerte con
el amor como única herramienta, un amor encendido y redentor “atravesado –así dice
de ella el maestro Antonio Gamoneda- por el placer y por el sufrimiento”.
Este apasionado viaje hacia el
inframundo que Marga Clark ha consumado, ha tenido la virtud de convertir sus
versos en visiones de alto voltaje que, como las derivadas de las experiencias
cercanas a la muerte, sólo pueden alcanzarse en el territorio libérrimo de la
invisibilidad y de la subconsciencia. Valientes y explosivas imágenes las suyas,
cuya carga emocional extrema la autora ha sabido acentuar mediante la utilización
profusa de adjetivos para, acto seguido, someter su expresión al implacable
marcaje equilibrador de un ritmo constante y predeterminado que –como en
Withman- no tiene más límite que la respiración pulmonar. Marga Clark logra con
ello arrastrarnos sin dificultad hacia al angosto paisaje lírico de sus propias
obsesiones en un viaje tan intenso como inolvidable. Paisaje –conviene decirlo-
que la autora recibió en heredad tras el
dramático suicidio -por el amor imposible de Juan Ramón Jiménez de su tía-, la joven escultora Marga Gil Roesset, hace ya
más de ochenta años.
Auras, de Marga Clark.
El Toro de Barro.
PVP: 8 Euros.
edicioneseltorodebarro@yahoo.es
1 comentario:
Impresionante presentación de la autora. Un viaje al averno, no como castigo, sino como separación. Entonces la muerte sólo llega con el olvido.
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