jueves, 24 de mayo de 2012

"La cicatriz del humo": los niños de Auschwitz







Los niños

 de
 
Auschwitz


Carlos Morales (2003)
 Cómo conseguir que la amarga experiencia del Holocausto no siga derrotando en vida a los jóvenes del Israel contemporáneo? ¿Cómo impedir que su memoria se perpetúe en un odio irracional contra lo que está fuera de la nación hebrea? ¿Es posible el perdón? ¿Es posible la reparación de las víctimas? ¿Ha interiorizado Europa la gran tragedia de la Shoá? Estas son las grandes preguntas sobre las que gira La cicatriz del humo, en la que Amela Einat despliega esa “gran herida” no cauterizada todavía que atraviesa los costados de todas las generaciones de Israel desde el final de la II Guerra Mundial. 
  Se trata de una novela coral dirigida a un público juvenil, en la que sus protagonistas, un grupo de muchachos que acaban de concluir sus estudios de bachillerato, deciden recorrer el círculo de la barbarie en las llanuras polacas, en compañía de un puñado de ancianos que, siendo niños todavía, tuvieron la suerte de sobrevivir a Auschwitz. La visita a los campos de concentración desentierra el horror en quienes los vivieron en su propia carne y en unos muchachos que, hijos de supervivientes, no habían acertado a situar el origen de esas “zonas oscuras” en las que hasta entonces habían vivido cercados por unas invisibles alambradas de dolor.  Así hasta que el estallido interior provoca una dura catarsis emocional tras la que ninguna pregunta halla su respuesta.
  Entre los personajes, merece especial atención el perfil de Karen, hija de una mujer polaca que se había casado con “el primer judío que encontró a su paso” para liberarse  del dolor de saberse viva gracias a que sus propios padres no dudaron en denunciar a los judíos para protegerla de la muerte. El drama de esta adolescente define, mejor que ningún otro, el gran drama del Israel contemporáneo. Es, sin duda, el personaje angular de una historia que, dejando a su paso un puñado de sobrecogedores testimonios de supervivientes, nos sitúa ante la encrucijada de un pueblo y en el territorio sobre la que Amela Einat ha elevado al cielo una escritura para la reconciliación interior, la misma que la ha convertido en uno de los rostros más visibles del pacifismo hebreo.
  La novela se enfrenta a algunos de los grandes mitos construidos en torno al Holocausto por la cultura occidental.  Así, deja claro que la Shoá no se presta todavía a ser contemplada, solamente, como un acontecimiento histórico que tuvo su tiempo y su lugar, dada su presencia constante en la conciencia colectiva de Israel y de la misma Europa. También pone en evidencia las imágenes míticas de quienes, como José Saramago o Eduardo Haro Teglen, ven al Holocausto como gran argumento de legitimación para un presunto exterminio del pueblo palestino, al demostrar, precisamente, que el Holocausto es, también, uno de los soportes fundamentales de quienes participan de una misma voluntad de tolerancia y de reconciliación. 
 











Sobre La cicatriz del humo:






































viernes, 18 de mayo de 2012

"Auras: los cantos órficos de Marga Clark", por Carlos Morales.






AURAS: 
Los cantos órficos de Marga Clark

 Por Carlos Morales


De la madrileña Marga Clark conocemos  una larga trayectoria en el mundo de la fotografía, cuyos secretos aprendió en el Nueva York de finales de los setenta de la mano del gran maestro del retrato Philippe Halsman. Como tal, y dejando a un lado sus ensayos sobre este disciplina -Impresiones fotográficas (1991)-, su obra se encuentra representada en las más prestigiosas   colecciones mundiales, entre las que destacan las del MOMA, el museo de  Brooklin,  el Español de Arte Contemporáneo de Madrid, la Bibliotèque Nationale de París y la Col.lecció “Testimoni” de la Caixa de Barcelona.
   Aunque una buena parte de su consagración en el mundo de la fotografía, se ha desarrollado en íntima relación con la literatura, como prueban sus sorprendentes recreaciones fotográficas de las obras de María Zambrano, Alejandra Pizarnik y Valentí Gómez i Oliver, su vocación literaria sólo comenzó a manifestarse en 1989 con la sobrecogedora edición de De profundis, que recogía algunas de las fotografías que su autora acababa no hace mucho de realizar tomando como modelo los retratos que encontró en las lápidas de los nichos del cementerio veneciano de San Michelle, y algunos poemas surgidos bajo su impacto. Desde entonces, poemas y fotos caminaron aparte. Mientras  éstas, que fueron expuestas con éxito en algunas ciudades españolas, se convirtieron desde entonces en el objeto obsesivo de su creación y de su experiencia vital, los poemas surgidos de ellas acabaron editados en 1999, pero en solitario, en Del sentir invisible. De algún modo, el libro de las Auras, de Marga Clark, viene a romper esta distancia artificial entre dos manifestaciones artísticas de lo que surgió en torno a un mismo fenómeno, que no era otro que el de la experiencia de la muerte. 
    Auras impresiona. Lo hacen las fotografías, en blanco y negro,  de personajes anónimos  que no tuvieron más posteridad que el recuerdo de quienes les amaron y un puñado de retratos en desintegración en uno de los cementerios más hermosos de la Tierra. Lo hacen también unos poemas  que, al igual que los Himnos a la noche de Novalis, sólo buscan redimirlos de toda la orfandad en la que los dejó la única muerte real que al cabo existe: la del olvido. Con la sabiduría de quien ha soportado la experiencia de “sentir a la luz abandonarme toda”, Marga Clark ha avanzado hacia el centro de la muerte con el amor como única herramienta, un amor encendido y redentor “atravesado –así dice de ella el maestro Antonio Gamoneda- por el placer y por el sufrimiento”.
    Este apasionado viaje hacia el inframundo que Marga Clark ha consumado, ha tenido la virtud de convertir sus versos en visiones de alto voltaje que, como las derivadas de las experiencias cercanas a la muerte, sólo pueden alcanzarse en el territorio libérrimo de la invisibilidad y de la subconsciencia. Valientes y explosivas imágenes las suyas, cuya carga emocional extrema la autora ha sabido acentuar mediante la utilización profusa de adjetivos para, acto seguido, someter su expresión al implacable marcaje equilibrador de un ritmo constante y predeterminado que –como en Withman- no tiene más límite que la respiración pulmonar. Marga Clark logra con ello arrastrarnos sin dificultad hacia al angosto paisaje lírico de sus propias obsesiones en un viaje tan intenso como inolvidable. Paisaje –conviene decirlo- que la autora recibió en heredad  tras el dramático suicidio -por el amor imposible de Juan Ramón Jiménez de su tía-, la joven escultora Marga Gil Roesset,  hace ya más de ochenta  años.  

                               Carlos Morales 




Auras, de Marga Clark. 
El Toro de Barro. 
PVP: 8 Euros.

 edicioneseltorodebarro@yahoo.es