lunes, 11 de junio de 2007

Portuaria, por José Luís García Martín

SOBRE LA POESÍA DE AURORA LUQUE
José Luis García Martín


Pocas figuras tan atractivas en la literatura española de ahora mismo como la de Aurora Luque. Estudiosa y traductora de la literatura griega, ha sabido dar a sus versos un eco clásico, nunca neoclásico, y un desenfado rigurosamente contemporáneo.

Se inicia como poeta a los veinte años, en 1982, con un libro, Hiperiónida, que estaba lejos todavía de mostrar su voz mejor, pero que ya descubría a una autora para quien lo leído formaba parte de lo vivido, para quien la poesía era algo más que desarreglo de los sentidos y desahogo autobiográfico. Tras un dilatado periodo de silencio, reaparece con Problemas de doblaje (1990), que es la obra con la que comienza esta antología (muy adecuadamente prologada por José Andújar), donde ya está ella entera, con su pasión y su doble seducción por el mundo del mito y el de la frívola actualidad. En un poema contradice a Horacio: "No corras tras el día. Si no lo acosas puede/que se tienda sumiso/de noche en tu regazo". En otro de los poemas, titulado De la publicidad, leemos: "Perfumada de Armani/la nada es altamente soportable".
Uno de los textos que mejor pueden servir para caracterizar la poética de Aurora Luque es Gel, incluido en Carpe noctem (1994), su libro siguiente. La trivialidad del baño cotidiano ("Preparo la toalla. Me descalzo") se metamorfosea súbitamente en una escena mítica: "De pronto el gel recuerda -su claridad lechosa,/su consistencia exacta- el esperma del mito,/el cuerpo primitivo y trastornado de Urano,/un susurro de olas mar adentro/y una diosa que aparta/los restos de otra espuma de sus hombros". El final del poema resulta igualmente significativo por lo que dice que por la manera de decirlo: "Cómo podría desintoxicarme./Dependo de por vida/ de una droga. De Grecia".
Aurora Luque, como buena parte de los poetas de los ochenta, lleva a sus versos un ambiente urbano y el lenguaje de la cotidianidad. Aparcar es difícil titula un poema, y lo subtitula aludiendo al cine de género: Road movie. Pero no encontramos anecdotario menor ni costumbrismo realista en sus versos. En Aparcar es difícil la vida deja de compararse con un río para hacerlo con un viaje en coche: "Los días juveniles,/mapa de carreteras/hacia ninguna parte. Los días venideros,/una autopista gris bebiéndose a sí misma/de noche entre segmentos amarillos". Hay un constante recurso al ingenio en la poesía de Aurora Luque, que ha aprendido mucho del lenguaje de la publicidad, pero rara vez (aunque alguna vez) sus poemas se quedan en ingeniosa ocurrencia. Casi siempre acierta a ser brillante sin por eso dejar de ser verdadera.
Un punto de desdramatizadora frivolidad caracteriza casi todos sus poemas. El Epitafio que incluye en Transitoria (1998), su último libro, concluye de la siguiente manera: "He creído en los mitos y he creído en el mar./Me gustaron la Garbo y los rosales de Pestum,/amé a Gregory Peck todo un verano/y preferí Estrabón a Marco Aurelio".
Llena de gracia, de elegancia y de melancolía la poesía mejor de Aurora Luque. Pocos poemas se han escrito nunca con tanta delicada sensualidad como Taller de sedería, enumeración con ecos de la poesía árabe y simultáneamente carnal emblema barroco: "Seda del párpado, seda de la ingle,/seda roja del cielo de la boca..."
Un puñado de inéditos en libro completa esta antología, lo mismo que ocurría con la anterior, más breve, Las dudas de Eros (2000). Alguno de esos inéditos no resulta demasiado afortunado, como la retórica y cansina Sextina-brindis, pero otros se encuentran entre lo mejor de la autora. Es el caso de Al asomarse por primera vez al Keats de Oliván, que podría haberse quedado en una circunstancial variación del soneto de Keats Al leer por primera vez el Homero de Chapman, y que es un espléndido homenaje al poeta inglés, al romanticismo y también, indirectamente, a su más reciente traductor al castellano. Poesía menor son los Anuncios, pero no por ello prescindibles: "Alquilo alas de Ícaro/adaptables, elásticas./ Imprescindible curso de suicida,/ máster de soñador/o currículum roto de antemano".
Frivolidad y magia hay en la poesía de Aurora Luque, luminosidad y misterio, carnalidad y bibliotecas. La lección de Grecia -Safo, Anacreonte, Cavafis- aprendida de la manera mejor.

(La reseña apareció en el CULTURAL del Diario EL MUNDO)

(Con motivo de la publicación de Portuaria por El Toro de Barro, los poetas y críticos literarios José Andújar Almansa y José Luís García Martín nos acercan a la obra literaria de Aurora Luque, algunos de cuyos poemas publicamos bajo el título de Seda roja del cielo en la boca).

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