Los niños
de
Auschwitz
Carlos Morales (2003) |
Cómo conseguir que la amarga experiencia del Holocausto no siga derrotando en vida a los jóvenes del Israel contemporáneo? ¿Cómo impedir que su memoria se perpetúe en un odio irracional contra lo que está fuera de la nación hebrea? ¿Es posible el perdón? ¿Es posible la reparación de las víctimas? ¿Ha interiorizado Europa la gran tragedia de la Shoá ? Estas son las grandes preguntas sobre las que gira La cicatriz del humo, en la que Amela Einat despliega esa “gran herida” no cauterizada todavía que atraviesa los costados de todas las generaciones de Israel desde el final de la II Guerra Mundial.
Se trata de una novela coral dirigida a un público juvenil, en la que sus protagonistas, un grupo de muchachos que acaban de concluir sus estudios de bachillerato, deciden recorrer el círculo de la barbarie en las llanuras polacas, en compañía de un puñado de ancianos que, siendo niños todavía, tuvieron la suerte de sobrevivir a Auschwitz. La visita a los campos de concentración desentierra el horror en quienes los vivieron en su propia carne y en unos muchachos que, hijos de supervivientes, no habían acertado a situar el origen de esas “zonas oscuras” en las que hasta entonces habían vivido cercados por unas invisibles alambradas de dolor. Así hasta que el estallido interior provoca una dura catarsis emocional tras la que ninguna pregunta halla su respuesta.
Entre los personajes, merece especial atención el perfil de Karen, hija de una mujer polaca que se había casado con “el primer judío que encontró a su paso” para liberarse del dolor de saberse viva gracias a que sus propios padres no dudaron en denunciar a los judíos para protegerla de la muerte. El drama de esta adolescente define, mejor que ningún otro, el gran drama del Israel contemporáneo. Es, sin duda, el personaje angular de una historia que, dejando a su paso un puñado de sobrecogedores testimonios de supervivientes, nos sitúa ante la encrucijada de un pueblo y en el territorio sobre la que Amela Einat ha elevado al cielo una escritura para la reconciliación interior, la misma que la ha convertido en uno de los rostros más visibles del pacifismo hebreo.
La novela se enfrenta a algunos de los grandes mitos construidos en torno al Holocausto por la cultura occidental. Así, deja claro que la Shoá no se presta todavía a ser contemplada, solamente, como un acontecimiento histórico que tuvo su tiempo y su lugar, dada su presencia constante en la conciencia colectiva de Israel y de la misma Europa. También pone en evidencia las imágenes míticas de quienes, como José Saramago o Eduardo Haro Teglen, ven al Holocausto como gran argumento de legitimación para un presunto exterminio del pueblo palestino, al demostrar, precisamente, que el Holocausto es, también, uno de los soportes fundamentales de quienes participan de una misma voluntad de tolerancia y de reconciliación.
Sobre La cicatriz del humo: